viernes, 8 de octubre de 2010

Ágora, La Caída del Imperio Romano (Ágora) CINE

Ágora, la caída del imperio romano



Escena de la película Ágora


Astuto a la hora de reciclar materiales ajenos (ver Seconds de John Frankenheimer como punto de partida de Abre los ojos, sin ir más lejos) y cómodo en su proyección de cineasta cool; diestro en el manejo de los resortes narrativos asociados a la tradición de los géneros cinematográficos pero, a la vez, sensible en la búsqueda de un discurso que legitime sus productos ante una audiencia masiva e impresionable, Alejandro Amenábar estaba condenado, tarde o temprano, a quedar desnudo ante la opinión pública. Si Mar adentro ya resultaba un filme cuestionable en lo que tenía de calculado ejercicio de manipulación emocional disfrazado de “cine social”, Ágora, donde se nos pretende colar “todo en uno” una denuncia contra la intransigencia religiosa, un tenue alegato feminista, un gran espectáculo cinematográfico y un homenaje a la labor de los astrónomos, es una película que desde el minuto cinco muestra las pobres costuras que la sostienen para media hora más tarde asistir a su reventón.

El estilo llamémosle “hitchcockniano” (aunque sería mucho decir) de Amenábar se ajusta mejor a un escenario reducido y a unos pocos personajes que a las arenas de la gran superproducción donde sus defectos como cineasta se agravan y sus virtudes se ven enormemente limitadas. Consumado artificiero, en Ágora, la carga utilizada no le alcanza para lograr la gran detonación que pretende (y con la que en anteriores trabajos en proporciones más comprimidas consiguió epatar a la audiencia) y así Amenábar logra aquello de lo que se le creía incapaz: aburrir.

Formalmente se trata de un filme alejado de los clásicos a los que mira de reojo y más se asemeja a una de esas mortecinas miniseries de la RAI sobre el mundo antiguo y sus mártires; desde el punto de vista del contenido, el conflicto que sostiene la acción está expuesto de una manera tan infantil (nada nuevo en el cine de Amenábar por otra parte) que casi da risa. Así las cosas una obra fallida, pero a la vez reveladora de las capacidades de un director como Alejandro Amenábar, del que uno no termina de explicarse que críticos inteligentes y con un bagaje intelectual nada sospechoso hayan elevado a los altares. –

Un análisis  de   Jaime Iglesias

 

Trailer de la película desde YouTube

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